Un ejemplo brillante de cómo conseguir mucho con poco presupuesto mediante la utilización de uno de los 7 motivadores de la acción: el ego.

Esta semana recibí este email de LinkedIn en el que me informaba de mi ascenso al Olimpo, mi pecho se infló como un zeppelin y a punto estuve de contribuir al tremendo éxito de esta acción publicitaria.

La cosa fue así: recibo un email imposible de ignorar, con mi nombre, mi foto, un "congratulations", todo ordenado correctamente según AIDA con el botón en color cálido que te lleva irremediablemente a la correspondiente landing page:

email-linkedin-gorka-top5-3

De nuevo, todo en su sitio, bien ordenado, una carta 'old-style', y como quien no quiere la cosa, una invitación a compartir la buena nueva en el propio LinkedIn, Twitter o Facebook.

Me dispongo a hacerlo, embriagado como estoy con la etílica sensación de pertenecer a un pequeño grupo de élite. No sé porqué pero no lo hago, quizá por pereza, pero no hace falta, millones de personas ya lo han hecho:

email-linkedin-gorka-top5-4

Para mi decepción, no soy tan diferente. La revista Buzz Feed que me envía Albert Fradera me hace despertar del sueño: como mínimo, 20 millones de personas han recibido el email, con versiones de top 10%, top 5% y top 1%, o sea, que además de no ser el único hay otros mejor posicionados que yo.

En la clase de ayer, casi todos los alumnos me comentan que han recibido emails parecidos, luego esto de élite nada, ¡esto se lo han enviado a todo el mundo!

Resultado: millones de personas difundiendo por la red el nombre de LinkedIn con una campaña que habrá costado, calculo-invento, menos de 1.000$,

Sea como fuere, un learning importante:

Alimentar el EGO es uno de las formas más efectivas de mover al cliente a la acción

Las personas quieren sentirse valoradas, sentirse que son importantes para el resto de personas.

Por ejemplo el mensaje de “gracias” que envía una empresa tras un pedido siempre es bienvenido.

Reconocer la contribución y valorarla consigue no sólo clientes más contentos sino también más propensos a comprar de nuevo.

Advertising Age, una revista americana sobre marketing y publicidad, en los años 90 envió repetidas veces (indicador de que funcionaba) un mailing con un halagador enfoque para captar nuevos suscriptores:

Advertising-age-sobre-marketing-directo

 

En el sobre, una ilustración con unos ejecutivos reunidos en una sala de reuniones, en la que uno de ellos emitía una afirmación personalizada con el nombre del destinatario:

“Necesitamos alguien con visión, creatividad, y grandes instintos para el marketing… alguien como [TU NOMBRE]”

El siguiente ejemplo también apela al ego, aunque en este caso no lo refuerza sino que lo hace peligrar.

Data de 1991, de cuando los faxes eran máquinas poco habituales en las oficinas:

“¿Qué excusa das cuando te piden el número de fax y sabes que no tienes? ¿Puedes permitirte que tus clientes, distribuidores o asociados piensen que estás anclado en el pasado? ¿O es importante para ti ser percibido como un tipo con éxito, inteligente y en línea con las tendencias que lideran la escena empresarial?”

Hoy en día podríamos sustituir el número de fax por la página web, el nickname de Skype o cosas por el estilo, y provocaremos la misma necesidad de actuar para estar a la última, a la moda o simplemente, para no quedarse atrás.

Esto de apelar al ego es tan viejo como el marketing. Gracias Denny Hatch por recopilarnos en su día los 7 motivadores: miedo, codicia, culpa, ira, ego, salvación y exclusividad.

En cuento vuelva a ver un gran ejemplo de aplicación de otro de estos motivadores de la acción, aquí saldrá retratado.

Gracias por leer este post y aportar comentarios tan interesantes... 😉